Los coronavirus son más rápidos que nuestra respuesta inmunitaria.
Una partícula de SARS-CoV-2 produce 100.000 copias de sí mismo en 24 horas, por contra, nuestro sistema inmunitario tarda de 15 a 21 días en organizar una respuesta completa frente a él.
Sin embargo, a pesar del retraso, la mayoría de las veces acabamos por ganarle la batalla
En esa lucha por la supervivencia la respuesta inmunitaria es compleja y está constituida por dos líneas de batalla
El primer frente corre a cargo de los macrófagos, las celulas que destruyen a los virus y cualquier agente que nos amenace. También por las células NK, asesinas naturales que viajan por todo el cuerpo para destruir las células infectadas.
El 80% de las personas infecciones resuelven mediante ese primer frente de batalla la infección, ya que su cuadro clínico es leve o asintomático.
Cuando los macrófagos no consiguen vencer al invasor piden refuerzos y lo hacen produciendo citoquinas, las proteinas que controlan la inflamación y que causan los primeros síntomas de Covid-19: tos, fiebre, malestar, fatiga, etc.
La citoquina principal, la interleuquina 6, viaja por la sangre y activa la producción de proteína C reactiva y de ferritina.
Si la infección se complica entran en juego el segundo frente de batalla
Las células dendríticas engullen trozos de virus y se los llevan a través del sistema linfático a los ganglios, los cuarteles generales donde permanecen el resto de los miembros del sistema inmunitario.
Ya en ellos, las células dendríticas se relacionan con los linfocitos, que son de dos tipos: T y B. Los primeros ayudan a activar a los segundos, siendo estos quienes se enfrentan directamente al virus.
Los linfocitos B viajan por el torrente sanguíneo, llegan al lugar de la batalla, las zonas infectadas, y destruyen las células afectadas por el virus.
También cuentan con anticuerpos, a modo de llaves que encajan en la envuelta exterior del virus para bloquearlos y destruirlos fácilmente.
Cuando un linfocito B logra encajar su llave (el anticuerpo) en la cerradura del virus comienza el proceso de fabricación de miles y miles de copias de dicho anticuerpo.
Estos linfocitos, convertidos en células plasmáticas, viajan por la sangre a todo el cuerpo para lanzar los anticuerpos a cualquier partícula viral que encuentren.
Los anticuerpos son de dos tipos. Los IgM, que se detectan a partir del 7º día del comienzo de los síntomas de Covid-19, y los IgG, que se detectan a los 14-15 días.
Estos últimos están mucho mejor adaptados para unirse al virus, bloquearlo y avisar a otras células para que lo destruyan, entre otras a las células asesinas NK.
Si la respuesta es adecuada, la persona infectada supera la infección y todo vuelve a la normalidad, generando memoria inmunológica que evitará reinfecciones, no sabemos por cuanto tiempo.
Sin embargo, en ocasiones esta lucha genera una tormenta de citoquinas que pueden colapsar el sistema inmunitario y abocar a la muerte.
Como el sistema inmunitario también envejece, es más fácil este colapso en personas mayores, que tienen mas riesgo de sufrir complicaciones y de morir por Covid-19.
Los marcadores más útiles para evaluar la tormenta inflamatoria son la Interleuquina 6, la Proteína C Reactiva, el dímero D y la Ferritina.
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